Un lugar para la reflexión, donde practicamos la fantasía de lanzar botellas al mar y pensar en voz alta.

martes, 31 de julio de 2012

UNA ESQUINA EN BUENOS AIRES

Cuando se cruzan las calles, generalmente se forman las esquinas y en algunas de ellas la ciudad decide su arquitectura.
Por ejemplo, en Azcuénaga y Santa Fe el Banco Nación, con la ayuda de Arturo Prins logró imponer su imagen institucional de robustez y segura solidez bancaria, atemperada con imágenes florales que se sobreponen a la estricta geometría del frontis, mientras los capiteles casi jónicos combaten ferozmente, alineados en ambos frentes.
Domina la esquina con la solemnidad que le da la tradición de los estilos, su ubicación geográfica y la elevación impulsada por los frisos, obligando a los nueve escalones a desplegarse desde la ochava para permitir el ingreso, subiendo al templo que asegura el cuidado de los ahorros.
Una antesala que oficia de nártex garantiza con su transición la salvación del que invierte.
En el interior las cosas no son como se prometían. El espacio se ordena según un eje, que no es el de la bisectriz del acceso, sino que es paralelo a la Avenida Santa Fe. Superado este primer ajuste de orientación espacial, podemos deleitarnos con un bien logrado espacio rodeado de columnas que sostienen un óvalo de luz cenital. 
Lo que sucede abajo no interesa, sin embargo, al volver a la calle, ya nadie es el mismo.

domingo, 15 de julio de 2012

COLOMBO, QUINQUELA, BENARÓS Y EMILIA

“…Al fin he descubierto
 la recóndita clave de mis años,
…la letra que faltaba, la perfecta
 forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.”

Jorge Luis Borges Poema conjetural (1943)


La lluvia de cenizas que cubrió Buenos Aires en el año 2011, fue un fenómeno que quedó representado en millones de fotografías digitales, sacadas especialmente con teléfonos celulares. En 1932 sucedió lo mismo, solo que el hecho quedó expresado en el que quizá fue el único testimonio artístico de ese evento: Un óleo de Quinquela Martín. Este cuadro estuvo colgado durante años en la casa de Azcuénaga 1129 que habitaba el Dr. Moisés Benarós, que tenía su consultorio entrando por el número 1145 de la misma calle, a escasos metros de la Avenida Santa Fe.
El inmueble del que, en aquel entonces, era jefe de sala en el Hospital Ramos Mejía y, por sobre todo, el médico cardiólogo de mi querida abuela Emilia, era un proyecto del notable arquitecto Virginio Colombo, que dejara en Buenos Aires ese tipo de construcciones que no pasan desapercibidas para ningún vecino. Es tal el carácter distintivo de sus obras que desafío a cualquier transeúnte, local o extranjero, sin entrenamiento alguno, a descubrir infaliblemente la obra de Colombo, recorriendo la cuadra que va desde Arenales a Santa Fe. Aquí el arquitecto logró que su obra desatara todo su dramatismo interpretando la melodía, resaltada por el acompañamiento a “bocca chiusa” del entorno, devenido en contexto, en su inevitable rol coral.
Esta casa de estilo florentino, desarrollada en dos plantas, fue construida en 1919, cuando terminaba la Primera Gran Guerra.
            Después de muchos años de fallecida Emilia, el destino quiso que me mudara a pocas cuadras de este edificio notable que miraba intrigado y que secretamente reunió los hechos, a manera de hilos que se fueron mezclando, para tejer esta trama sin fin.