Un lugar para la reflexión, donde practicamos la fantasía de lanzar botellas al mar y pensar en voz alta.

miércoles, 29 de febrero de 2012

CANDONGA: LA PERMANENCIA

Candonga nos vio llegar, recién casados, en enero de 1975.
Nosotros jóvenes, ella antigua.
El camino para llegar era sinuoso, de cornisas profundas, agreste  y de vegetación tosca creciendo entre las rocas. Cada curva anunciando lo inesperado.
De pronto, allá abajo, el valle fértil tapizado de un verde claro regado por el río. Y como amablemente custodiada por el bosque, sobresalía Candonga, blanca y erguida, con la seguridad que solo da el tiempo.
Superado el primer asombro del reencuentro, el acostumbrado atrio en pendiente, con su abrazo cordial, nos invitó a pasar, recorrer, acariciar, evocar.
Tanto tiempo, tantas luchas y aquellos momentos felices.
 A la sorpresa inicial, le siguieron la admiración y el éxtasis.

Una sola nave. La sacristía a la derecha. Un portal retrasado como extruyendo la bóveda imperfecta y creando un adecuadísimo espacio de transición entre el atrio y el interior.
La fachada con una asimetría despreocupada. Una espadaña más prolija y elaborada que el resto, pareciendo descuidadamente apoyada sobre la mampostería.
Las aberturas de la sacristía todas distintas. Las carpinterías construidas a hachazos, por la falta de herramientas, combina con la irregularidad del muro.
La transición de escala entre el nártex abovedado y el vano de acceso es atenuada con la ejecución de los elementos ornamentales de líneas barrocas.
La luz cenital de la linterna superior, creando esa atmósfera recoleta capaz de excitar al espíritu más endurecido.
El atrio en pendiente, infaltablemente enmarcado con la pirca perimetral de piedra, delineando un límite dentro del contexto de las sierras bajas.