Un lugar para la reflexión, donde practicamos la fantasía de lanzar botellas al mar y pensar en voz alta.

jueves, 27 de marzo de 2014

AULAS SIN ESCUELA

“Para criar un niño se necesita una aldea”
Proverbio africano

Es una tarea estéril tratar de comprender el funcionamiento de un aula, como espacio separado de un sistema de mayor complejidad, como es el de la escuela que la comprende.
Es como intentar conocer al hombre por el análisis de alguno de sus órganos. Se trataría de una autopsia. A los organismos vivos, como a los sistemas, se los conoce en su totalidad y funcionando. El examen de sus partes, sin ver el todo, nos puede llevar a conclusiones erróneas.
Un aula no es un compartimiento estanco y una escuela no es una suma de aulas.
La simple adición de las mejores partes suelen generar un Frankenstein.
Uno de los secretos para proyectar una escuela se encuentra en hallar el adecuado vínculo entre las distintas áreas pedagógicas, de acuerdo a las actividades que allí suceden. Se trata de organizar el conjunto, optimizando las relaciones espaciales, para potenciar la labor pedagógica.
En esta situación, como en cualquier otra, el contexto define. Una palabra suelta puede tener distintos significados pero dentro de una oración su sentido es inequívoco.
Una escuela puede no tener aulas pero, un aula sin escuela no existe. Por lo tanto, en el caso del examen planteado al principio, se trataría de un trabajo sobre un cadáver. No estaríamos trabajando con algo vital como es la escuela. Vitalidad que se basa en las relaciones humanas que deben darse en los usuarios de estos espacios.
Es por eso que discutir sobre una tipología de aula, como célula aislada, no nos lleva a ninguna parte.

Mientras muchos discuten sobre las dimensiones, las proporciones, los materiales, la morfología y la imagen de las aulas, pocos se preguntan sobre el adecuado funcionamiento de la red conformada por todos los integrantes del sistema.

domingo, 2 de marzo de 2014

FACHADAS, CARAS Y CARETAS

Las fiestas carnestolendas nos invitan a reflexionar sobre esa costumbre tan antigua que tiene la humanidad de cubrirse el rostro, cambiando su aspecto por cuatro días.
Apenas lo digo me quedo pensando y me pregunto: ¿Sólo cuatro días? ¿No es cotidiana la navegación que hacemos entre la realidad y la ficción de los mil rostros? ¿Cuál es el verdadero, si es que hay alguno que nos representa?
Dicen que en la niñez tenemos la cara con que nacemos y en la adultez tenemos la que hicimos. (La máscara elegida).
La cultura, por definición, es la transformación, de la naturaleza, por parte del hombre.
Si entendemos que la fachada de un edificio es la cara que queremos mostrar, la metáfora vale.
Allí está todo dicho solo hay que saber descifrarlo. Vivimos buscando símbolos para comprender el sentido de las cosas.
¿Cómo se han combinado las palabras para expresar el texto buscado?
La fachada, oculta, revela, disimula, insinúa o resalta.
            En los casos más grotescos es fácil descubrir el piolín que delata la presencia de la máscara. Éste nos indica la presencia de una escenografía levantada para ser consumida, sin digestión, por la masa distraída de viandantes. Se trata de un relato elaborado para ocultar lo inexplicable.