Un lugar para la reflexión, donde practicamos la fantasía de lanzar botellas al mar y pensar en voz alta.

lunes, 29 de octubre de 2012

UN MUSEO EN SAN PABLO

¿Qué tipo de mujer habrá sido Lina Bo Bardi para proyectar en el año 1947 un edificio como el del Museo de Arte de San Pablo (MASP)?
O ¿Qué tipo de sociedad fue la que favoreció que esto sucediera?
La contundencia de los volúmenes parece ser el dibujo veloz, de trazo firme, hecho con el lápiz gordo, abandonado sobre el tablero con la orden de: “Construyan esto. No se necesitan planos de detalles, nada de manierismos. Esto es todo. Las cuatro patas de hormigón armado van de bermelho y el volumen neutro y hermético colgado allá arriba tratará de contener a Hans Memling, Cezzane, Modigliani, Van Gogh, Monet, Rafael, Manet, Bosch, Lautrec, Degas y el Greco.”
Síntesis, firmeza y grandilocuencia.
Un ascensor vidriado nos eleva desde el terreno abierto, haciéndonos penetrar a un espacio interior único, con el recorrido organizado solamente por la panelería, que sirve para sostener los cuadros que no se ordenan cronológicamente. Aquí, a las sensaciones espaciales, se suma el placer visual de disfrutar en vivo las obras que vimos en los libros.
De nuevo al ascensor que nos devuelve al nivel de la calle, donde espera el espacio público, liberado por mandato del postulado moderno y el donante del terreno, para no interrumpir las visuales del paisaje.
Y cuando parece que esto fuera todo, aparece el agujero de la escalera que invita a los curiosos a mirar que hay debajo del pavimento. Siempre la sugerencia, el estímulo de la proyectista a recorrer, a recrear los espacios pensados e inacabados. Lina necesita del visitante para completar su obra. Es todo insinuación, nunca la exhibición total. Las vueltas, los descensos, los contrastes, el pasaje de la penumbra a la luz, las antesalas, los cambios de escala, todo es un vértigo constante entre el recato y la exhuberancia.
Bajo del atrio, se abre una sala luminosa donde las escaleras rampantes me condujeron solamente a ver la bailarina de Degas y nada más. Mis ojos solo para ella. Se dejó rodear y me olvidé de todo. Instante mágico de comunicación con esa niña de catorce años que me recordó que ya nos habíamos visto en otro museo. No importaba nada más, esto fue único.
¡Cuánta belleza¡ ¡Cuánta emoción!
Tuve que salir a la plaza, buscando un espacio abierto para inspirar con fuerza, recuperarme de la agitación estética y cruzar la Avenida Paulista para perderme en los jardines del parque Siqueira Campos.

martes, 31 de julio de 2012

UNA ESQUINA EN BUENOS AIRES

Cuando se cruzan las calles, generalmente se forman las esquinas y en algunas de ellas la ciudad decide su arquitectura.
Por ejemplo, en Azcuénaga y Santa Fe el Banco Nación, con la ayuda de Arturo Prins logró imponer su imagen institucional de robustez y segura solidez bancaria, atemperada con imágenes florales que se sobreponen a la estricta geometría del frontis, mientras los capiteles casi jónicos combaten ferozmente, alineados en ambos frentes.
Domina la esquina con la solemnidad que le da la tradición de los estilos, su ubicación geográfica y la elevación impulsada por los frisos, obligando a los nueve escalones a desplegarse desde la ochava para permitir el ingreso, subiendo al templo que asegura el cuidado de los ahorros.
Una antesala que oficia de nártex garantiza con su transición la salvación del que invierte.
En el interior las cosas no son como se prometían. El espacio se ordena según un eje, que no es el de la bisectriz del acceso, sino que es paralelo a la Avenida Santa Fe. Superado este primer ajuste de orientación espacial, podemos deleitarnos con un bien logrado espacio rodeado de columnas que sostienen un óvalo de luz cenital. 
Lo que sucede abajo no interesa, sin embargo, al volver a la calle, ya nadie es el mismo.

domingo, 15 de julio de 2012

COLOMBO, QUINQUELA, BENARÓS Y EMILIA

“…Al fin he descubierto
 la recóndita clave de mis años,
…la letra que faltaba, la perfecta
 forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.”

Jorge Luis Borges Poema conjetural (1943)


La lluvia de cenizas que cubrió Buenos Aires en el año 2011, fue un fenómeno que quedó representado en millones de fotografías digitales, sacadas especialmente con teléfonos celulares. En 1932 sucedió lo mismo, solo que el hecho quedó expresado en el que quizá fue el único testimonio artístico de ese evento: Un óleo de Quinquela Martín. Este cuadro estuvo colgado durante años en la casa de Azcuénaga 1129 que habitaba el Dr. Moisés Benarós, que tenía su consultorio entrando por el número 1145 de la misma calle, a escasos metros de la Avenida Santa Fe.
El inmueble del que, en aquel entonces, era jefe de sala en el Hospital Ramos Mejía y, por sobre todo, el médico cardiólogo de mi querida abuela Emilia, era un proyecto del notable arquitecto Virginio Colombo, que dejara en Buenos Aires ese tipo de construcciones que no pasan desapercibidas para ningún vecino. Es tal el carácter distintivo de sus obras que desafío a cualquier transeúnte, local o extranjero, sin entrenamiento alguno, a descubrir infaliblemente la obra de Colombo, recorriendo la cuadra que va desde Arenales a Santa Fe. Aquí el arquitecto logró que su obra desatara todo su dramatismo interpretando la melodía, resaltada por el acompañamiento a “bocca chiusa” del entorno, devenido en contexto, en su inevitable rol coral.
Esta casa de estilo florentino, desarrollada en dos plantas, fue construida en 1919, cuando terminaba la Primera Gran Guerra.
            Después de muchos años de fallecida Emilia, el destino quiso que me mudara a pocas cuadras de este edificio notable que miraba intrigado y que secretamente reunió los hechos, a manera de hilos que se fueron mezclando, para tejer esta trama sin fin.



sábado, 21 de abril de 2012

LA MIAMI ESCENOGRÁFICA

Si se le preguntara al desprevenido viajero sobre la arquitectura de Miami, inmediatamente, sin pérdida de tiempo, balbucearía algo sobre las construcciones art decó. Sin embargo el observador avezado podría enumerar otros estilos edilicios que completarían esa escenografía variopinta de la ciudad balnearia devenida en metrópoli.
Llama la atención del caminante la sucesión de palmeras que acompañan a esa edificación que llaman mediterránea y que sirve para resolver viviendas individuales, colectivas, centros de compras, oficinas y hoteles. Pero también sobresalta el crecimiento violento de las torres acristaladas que compiten con las del resto del mundo.
Centros difusores de cultura quedan en manos de César Pelli, Frank Gehry, Hersog & de Meuron y Arquitectónica, sin abandonar la resolución de necesidades tan prácticas como el estacionamiento de los imprescindibles automóviles.
Rodeado de agua y vida salvaje es destacable el vigor de las obras de Carlos Ott, que sobresalen por sí mismas generando tensión y creando su propio contexto.
Alejada de este entorno luminoso y festivo, cercano a la playa, existe otra Miami, que es la que conforman las viviendas de los empleados que brindan servicios en la ciudad turística. Éstas se organizan en bloques monótonos de departamentos de dos a tres plantas o se trata de casas individuales, de factura sencilla, resolviendo lo elemental.

miércoles, 29 de febrero de 2012

CANDONGA: LA PERMANENCIA

Candonga nos vio llegar, recién casados, en enero de 1975.
Nosotros jóvenes, ella antigua.
El camino para llegar era sinuoso, de cornisas profundas, agreste  y de vegetación tosca creciendo entre las rocas. Cada curva anunciando lo inesperado.
De pronto, allá abajo, el valle fértil tapizado de un verde claro regado por el río. Y como amablemente custodiada por el bosque, sobresalía Candonga, blanca y erguida, con la seguridad que solo da el tiempo.
Superado el primer asombro del reencuentro, el acostumbrado atrio en pendiente, con su abrazo cordial, nos invitó a pasar, recorrer, acariciar, evocar.
Tanto tiempo, tantas luchas y aquellos momentos felices.
 A la sorpresa inicial, le siguieron la admiración y el éxtasis.

Una sola nave. La sacristía a la derecha. Un portal retrasado como extruyendo la bóveda imperfecta y creando un adecuadísimo espacio de transición entre el atrio y el interior.
La fachada con una asimetría despreocupada. Una espadaña más prolija y elaborada que el resto, pareciendo descuidadamente apoyada sobre la mampostería.
Las aberturas de la sacristía todas distintas. Las carpinterías construidas a hachazos, por la falta de herramientas, combina con la irregularidad del muro.
La transición de escala entre el nártex abovedado y el vano de acceso es atenuada con la ejecución de los elementos ornamentales de líneas barrocas.
La luz cenital de la linterna superior, creando esa atmósfera recoleta capaz de excitar al espíritu más endurecido.
El atrio en pendiente, infaltablemente enmarcado con la pirca perimetral de piedra, delineando un límite dentro del contexto de las sierras bajas.