Un nuevo aniversario de la llegada de los españoles
al Nuevo Mundo y mi reciente arribo del Viejo, me hicieron reflexionar sobre un
acontecimiento no demasiado conocido.
En el centro de la ciudad de Galway, al oeste de
Irlanda, se levanta una iglesia de origen normando terminada en el AD 1320, bajo
la advocación de San Nicolás, patrono de los navegantes. Se trata de una construcción austera de sillares
de piedra gris martelinada y arcos ojivales, organizada sobre una planta de
cruz latina, con una torre de sección cuadrada que hace de campanario con
relojes que culmina en una cubierta piramidal de cobre muy apuntada, enfatizando
el crucero. La orientación del eje mayor es la tradicional este-oeste, desviado
10°N. Curiosamente tiene dos naves laterales de jerarquía semejante a la nave
central (ligeramente más altas que ésta) que fueron agregadas en el siglo XVI
gracias a la importante donación de dos familias pertenecientes al grupo
conocido como “las catorce tribus de Galway”. Esta ampliación altera totalmente
el aspecto y la volumetría original que termina teniendo una planta casi
cuadrada, con agregados y desproporciones que le quitan simetría. La nave
lateral derecha tiene elementos que la otra no posee: Contrafuertes, almenas y gárgolas.
La puerta principal de acceso, ubicada en el centro de la fachada occidental, es
levemente apuntada, sutilmente abocinada, con un guardapolvo labrado y consta
de dos hojas de abrir de tableros de madera, hoy pintada de rojo-lacre.
Esta fachada, se conforma por tres hastiales, que se
corresponden con las naves, pareciendo un corte transversal que exhibe, sin
secretos, su organización interior. Tiene tres vidrieras diferentes que se
esfuerzan en alivianar los muros. Las cubiertas de pizarra tienen una pendiente
que supera los 45° con la clara intención de evacuar velozmente las aguas de
las lluvias frecuentes.
Se sabe y recuerda con orgullo que Cristóbal Colón
visitó y oró en esta iglesia de San Nicolás en 1477, quince años antes de
atravesar el Atlántico hacia el poniente. Me lo imagino inquieto y curioso,
buscando datos que le sirvieran luego para la expedición audaz que le
propusiera a Fernando de Aragón e Isabel de Castilla.
Es coherente la visita de Colón a una iglesia dedicada
al patrono de los navegantes, en una ciudad con un puerto que tenía una gran
comunicación comercial con España (vino y pesca).
Me es también grato recordar que Patrick Lynch
Blake, perteneciente a una de las familias donantes de esta iglesia, partió de
Galway, en 1744, para instalarse en el Río de la Plata, iniciando aquí una
prolífica y notable descendencia criolla.