Las
fiestas carnestolendas nos invitan a reflexionar sobre esa costumbre tan
antigua que tiene la humanidad de cubrirse el rostro, cambiando su aspecto por
cuatro días.
Apenas
lo digo me quedo pensando y me pregunto: ¿Sólo cuatro días? ¿No es cotidiana la
navegación que hacemos entre la realidad y la ficción de los mil rostros? ¿Cuál
es el verdadero, si es que hay alguno que nos representa?
Dicen
que en la niñez tenemos la cara con que nacemos y en la adultez tenemos la que
hicimos. (La máscara elegida).
La
cultura, por definición, es la transformación, de la naturaleza, por parte del
hombre.
Si
entendemos que la fachada de un edificio es la cara que queremos mostrar, la
metáfora vale.
Allí
está todo dicho solo hay que saber descifrarlo. Vivimos buscando símbolos para
comprender el sentido de las cosas.
¿Cómo
se han combinado las palabras para expresar el texto buscado?
La
fachada, oculta, revela, disimula, insinúa o resalta.
En los casos más grotescos es fácil descubrir el
piolín que delata la presencia de la máscara. Éste nos indica la presencia de
una escenografía levantada para ser consumida, sin digestión, por la masa
distraída de viandantes. Se trata de un relato elaborado para ocultar lo
inexplicable.
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