Un lugar para la reflexión, donde practicamos la fantasía de lanzar botellas al mar y pensar en voz alta.

domingo, 24 de octubre de 2010

CUANDO EL EDIFICIO ESCOLAR AGREDE

...¿quién soportaría los ultrajes y desdenes del mundo,
 la tiranía del opresor, las afrentas del soberbio,
...las dilaciones de la justicia, las insolencias del poder y
las humillaciones que al mérito imponen los hombres indignos,...”
 (Hamlet. escena IV).

Cuanto menor es la edad de los niños menos se ha perdido la capacidad de percibir y de ser permeables a los mensajes actuados o aparentemente escondidos en el edificio escolar. Son los adultos los que a través del tiempo, por haber desarrollado casi exclusivamente el lenguaje oral y escrito,  perdieron la capacidad de leer lo expresado de otra manera. Todo está dicho en el edificio, solo hay que saber descifrarlo. “...el género humano no ha pensado nada importante sin escribirlo en la piedra.” (Víctor Hugo).
La imposibilidad o incapacidad de los educandos de expresarse con palabras hace que lo hagan de la manera más primitiva, por ser anterior al lenguaje, y que mejor conocen, actuando.
Los alumnos entienden fácilmente, sin necesidad de explicación alguna, dada su experiencia y entrenamiento, que la comunidad de sus mayores, los encargados y responsables de incorporarlos a la cultura, se expresen a través de un objeto aparentemente inanimado como el edificio escolar. sin duda estos mensajes generan una reacción. Esta reacción es la respuesta, que puede ser coincidente o no con la propuesta pedagógica y en este segundo caso, puede ser con sumisión o rebeldía. El edificio escolar hace, entonces, en esta función de recepción y emisión de mensajes, de portador de violencia.

 

Detalles constructivos o el edificio agresor

Los edificios tienen la obligación ética, por parte del proyectista, de ser “bien educados” y amables con los usuarios.
A partir de esta diferente manera de mirar el edificio, podemos encontrar algunos que están plagados de detalles constructivos hirientes para la sensibilidad estética y aún física de los usuarios, que parecen haber sido seleccionados en un catálogo de armas de combate. ¿Qué otra nominación puede recibir el balancín o manija de la puerta que corta un brazo que hay que coser o un ojo que se pierde, según la altura del niño? ¿La ventana con hoja batiente hacia el pasillo o el patio; el escaloncito del pasillo que además de estar donde no debe, no está señalado y es pequeño, lo que lo hace más peligroso que si fuera más alto; la escalera sin baranda o las barandas con barras horizontales que invitan a subir por ellas, los escalones de diferente altura en el mismo tramo; los pisos y paredes excesivamente rugosos; las estufas y caños calientes sin protección o calefactores que largan los gases de combustión al ambiente y consumen el oxígeno del aula sumado a la escasa o nula ventilación? A esta veloz enumeración de detalles, que al nombrarlos dejan de ser invisibles, le podrían seguir otros como el bajo nivel de iluminación o el exceso de ésta con brillos deslumbrantes sobre el plano de trabajo o una distribución no uniforme generando zonas de sombra. Este contraste obliga al constante acomodamiento de la pupila que deviene en el cansancio visual generador de dolor de cabeza. La falta de aislación acústica en un aula que da a una avenida, permite el ingreso del ruido exterior provocando distracción y descenso en el rendimiento escolar. La falta de materiales absorbentes de sonido que eviten la reverberancia del ruido emitido 500 alumnos en un comedor de piso de mosaico granítico, paredes revocadas, cielorrasos de hormigón. Como los niños no se escuchan levantan la voz. Cuando la maestra necesita decirles algo y no la escuchan usa el micrófono y los alumnos gritan más. A las voces se agregan los movimientos de las mesas y sillas de patas metálicas sin regatones. A esta altura el volumen del sonido arrojado más el reflejado ha superado lo 90 decibeles. La exposición a este nivel de ruido es insalubre produciendo pérdida de la audición en forma irreversible. Se ha estudiado la influencia de los colores en el ánimo, pudiendo favorecer actitudes que ayudan a cada actividad pedagógica, sin embargo los colores que solemos ver son el “beige” o el gris. Si a la incompleta lista posible de horrores constructivos se suma  un inadecuado mantenimiento los usuarios deberían recibir un premio de supervivencia.



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