Av. Coronel
Díaz 2222 Esq. Juncal
Arq. Oscar
Benito Burelli
1993
A partir
de los cambios litúrgicos establecidos por el Concilio Vaticano II (1962/1965)
el espacio eclesiástico comenzó a pensarse de otra manera. La reunión de los
fieles alrededor del altar alteró la organización tradicional del templo, observada
durante siglos. Además, la planta cruciforme con el ábside mirando hacia
oriente ya no era posible, hacía tiempo, dentro de la trama urbana y la
tecnología permitió adaptarse a las nuevas necesidades funcionales.
Ésta es
una de las últimas iglesias construidas como sede parroquial en la ciudad de
Buenos Aires. Se ubica en un predio casi rectangular de 4.170 m2 que
fue cedido, para esa finalidad, por la entonces municipalidad de la Ciudad, en
la esquina meridional del predio que ocupaba la antigua cárcel y que hoy es la
Plaza Las Heras, de casi 12 has.
El
conjunto consta de varios edificios exentos, ordenados por una trama ortogonal
dictada por los dos límites parcelarios posteriores. Entre ellos el templo
sobresale por su ubicación central, por su elevación sobre el nivel de la
vereda y, sobre todo, por una llamativa cubierta, de hormigón armado, de gran
vigor expresivo. Todas las partes se perciben como un conjunto gracias tener un
mismo lenguaje constructivo que se asemeja al de la escuela lindera, separada
por un pasaje peatonal que terminó siendo el único acceso a la plaza desde
Juncal: Ladrillo a la vista con junta enrasada y estructura de hormigón armado
parcialmente mostrada.
La planta
del templo se organiza dentro de un cuadrado de 28 metros de lado que, al
faltarle un vértice, permite acceder desde la esquina. Un cuadrado igual, girado
45° y superpuesto al anterior, genera las sacristías, una capilla y la santería.
Las
veredas de ambas calles se funden en un atrio que avanza hasta encontrar cinco
escalones que elevan la terraza de acceso que precede al nártex. Una vez en el
interior se vuelve a bajar. La diagonal del cuadrado generador, que une el
acceso con el altar, hace las veces de eje de simetría que organiza la cubierta
radial con vigas como nervios que convergen y van subiendo sobre el altar, para
acentuar el dramatismo hacia el lugar de mayor importancia. Este efecto que se
vive en el interior, también se expresa en el exterior.
El espacio
interno es austero y con entradas de luz controladas. Los bancos de madera se
organizan de acuerdo a la geometría de la planta. El altar se eleva sobre una tarima
cuatro escalones por encima de un solado general sin pendiente.
En el
amplio atrio, que se confunde con la vereda, se eleva, por encima de todo, una
torre solitaria de hormigón visto, con cuatro patas que sostienen un volumen
con una cruz calada en cada una de las cuatro caras y dos campanas al tope.
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